Es muy poco lo que sabemos acerca de la Prehistoria en el término de Pedroche, ya que las noticias referentes a esta época de la humanidad son francamente escasas y un tanto vagas.
No obstante, sabemos de la presencia de sepulcros megalíticos situados en diferentes puntos del término y, concretamente, en lugares próximos al límite con el de Villanueva de Córdoba. Por el momento, desconocemos tanto la forma de estos sepulcros como los ajuares que han proporcionado, puesto que las noticias sobre ellos son insuficientes.
Desde luego, resulta perfectamente lógica la presencia de dólmenes en este sector provincial, ya que toda la comarca de Los Pedroches está repleta de restos arqueológicos de este tipo, y el término de Pedroche no iba a ser una excepción.
La antigüedad atribuida generalmente de la villa de Pedroche es perfectamente cosntatable mediante testimonios arqueológicos y epigrafitos. A principios de siglo XX, el arqueólogo Romero de Torres descubre un mosaico en excavaciones efectuadas en el núcleo urbano.
Hay localizada una calzada, probablemente en relación con esa vía natural que, procede de Corduba, se introducía en la comarca por el Puerto Calatraveño y, por Pedroche, enlazaba con el Puerto Mochuelo. Es un camino utilizado desde la más remota antigüedad para unir el Valle del Guadalquivir con la Meseta, y principal vía oficial hasta el siglo XVIII.
En la ermita de San Sebastián nos podemos encontrar una estela funeraria romana de granito que lleva gravada una corona formada por dos círculos concéntricos y un dibujo interior estilizado en forma de V.
Ocaña Torrejón, Rodríguez Adrados y Nierhaus localizaron en Pedroche, por la supuesta derivación del topónimo, la ciudad romana de Baedro. Esta hipótesis ha sido rechazada por Tovar, y la más reciente investigación tiende a situarla en El Viso.
Lo que sí es cierto es que en época romana Pedroche se encontraba en los límites orientales de lo que Plinio, en su Historia Natural, llama la Beturia túrdula y pertenecía al Conventos Cordubensis. Su importancia, como la generalidad de los pueblos de la comarca, venía dad por su riqueza forestal y minera.
Precisamente Márquez Triguero localiza en el núcleo urbano la fundición de Pedroche, de oro, pues encontró escorias y vasos de sublimación específicos para el tratamiento de ese metal. El mismo autor sitúa las minas de cobre aurífero el los Almadenes de Pedroche, a unos cinco kilómetros al norte del núcleo urbano, y la mina de cobre y poblado de la Era del Coto, en las Peñas del Agua. Encontramos igualmente una mina de cobre, con un pozo de cinco metros, en la Dehesa del Bramadero, y un pozo de nueve metros, correspondiente a una mina de plomo, en la Haza de Gallardo, comino de Pedroche a La Calera. También son de plomo el pozo de nueve metros de Almagreras y otro encontrado en el cerro Rompe Cámaras, todos ellos citados por Antonio Carbonell. En la localidad se encontró minio en rama precintado. Se pensó, erróneamente en un principio, en un origen local, y más tarde se confirmo su procedencia de Sisapo, de paso, para su refino en Roma, ya que estaba prohibido obtenerlo en el lugar de la mina.
En época visigoda, la comarca de Los Pedroches debió tener un hábitat especialmente considerable, como lo muestran los cientos de restos funerarios encontrados en forma de sarcófagos y cistas, y Pedroche debió participar con un protagonismo relevante acorde con su importante castillo, que, según una leyenda, llegó a ser prisión de los hijos de Witiza. Testigos del esplendor del mismo son los capiteles de tipo bizantino que se esparcen por el pueblo.
Se ha de señalar la presencia en el término (La Dehesa, El Mohedano, Cañada de Viga, El Ranchal y calle Real número 7) de nueve sarcófagos antropoides, bien excavados en la roca granítica viva o exentos. Suelen tener relación con cabañas de planta circular o rectangular, con cercas para ganado y cerámica tosca hecha a mano. También se relacionan con explotaciones mineras. Sus influencias visigodas son evidentes y perduran en épocas posteriores; no obstante, su cronología está aún por definir a falta de excavaciones sistemáticas. Estudiados por Márquez Triguero, a él nos remitimos.
Ya en la Edad Media, el primer autor musulmán que nombra a Pedroche es Idrisi, en el siglo XII, y dice de él que es un hisn situado a cuarenta millas de Córdoba, bien construido, bien poblado y dotado de altas fortificaciones.
Yagut, en el siglo XIII, dice que Bitrawsh es el nombre de un pueblo en al-Andalus y que ésta era la ciudad más importante del Fahs al Ballut. Que Pedroche fue capital de la cora de Fahs al Ballet es un dato confirmado por haber dado nombre a toda la comarca y porque, según el repertorio de al-Faradí, sólo hubo cadíes o jueces musulmanes en Córdoba, Cabra y Pedroche, que fueron en la época las capitales de sus respectivas coras.
Es conocida la realizada por la Descripción anónima de al-andalus de que en el Fahs al Ballut se producían las mejores bellotas del mundo, motivo por el cual sus habitantes se esforzaban en su conservación y cuidado. En el siglo XII, documentos cristianos hablan del “encinar del Pedroche”, testimoniando la importancia de la bellota durante la última etapa de dominación islámica en la comarca. Por lo demás, es de suponer que la ganadería constituyera la base de su actividad económica, dado el carácter geográfico del territorio y el notable asentamiento en él de clanes beréberes
En 1115 Alfonso VII reconquisto Pedroche, pero ese mismo año fue recuperado para los almohades por las tropas del gobernador de Córdoba, Abu Zayd, que derrotaron al conde, señor de Pedroche, que Alfonso VII había dejado por alcalde, lo hicieron prisionero y lo enviaron preso a Marrakech.
No sabemos si al poco tiempo la orden de Calatrava logró recuperar este enclave o si bien permaneció durante algunos años abandonados, pues Ibn Sabih al Sahla, al narrar la expedición que envió el califa almohade Abu Yaqub Yusuf contra las milicias concejiles de Ávila en 1175, dice que al pasar por Pedroche encontraron su castillo “desierto, sin un alma”.
Es probable que sólo después de la batalla de Las Navas en 1122 o incluso de la toma de Córdoba en 1236 fuera repoblado. A partir de su conquista en el siglo XIII (verificada en torno al 1237), y para no confundirlo con el propio nombre de la comarca (que en la Baja Edad Media fue conocida como “el Pedroche”, en singular), aparece siempre designado como Villapedroche.
Pedroche no fue otorgado a Córdoba hasta siete años después de la conquista, quizá porque, como ha apuntado E. Cabrera, Fernando II intentara promoverlo como sede de un concejo autónomo independiente. Así parece evidenciarse de la comunidad de villa y tierra que desde el principio formó con sus aldeas dependientes (Torremilano, Torrecampo, Pozoblanco, Alcaracejos) y que constituyó la base de la comunidad de las Sietes Villas de los Pedroches que funcionó durante la Edad Moderna. Y porque desde el siglo XV Pedroche y los núcleos de población de su entorno se erigieron en el único sector no señorializado de la comarca.
Sabemos que la localidad mantenía en su término importantes explotaciones vinícolas, como demuestra el hecho de haber sido la primera población en cantidad abonada en concepto de diezmo del vino en 1478. Y que fue, a lo largo de toda la Baja Edad Media, sede de uno de los tres arcedianatos con que contaba el reino de Córdoba, el arcedianato de la Sierra, que pasó de Belmez a Pedroche en 1265,con toda probabilidad por ser ésta la capital de mayor importancia en el territorio cordobés sitiado al norte del Guadalquivir.
Ya en la Edad Moderna, la villa de Pedroche fue en épocas pasadas mucho más importante que en la actualidad. Prueba de ello es el retroceso demográfico que sufre durante esta Edad, periodo en el que desciende su población de los 1.139 vecinos que tenía en 1530 a los 483 con los que cierra el siglo XVIII.
Fue el núcleo originario y durante mucho tiempo la capital de las Siete Villas de los Pedroches. Por esta razón, cuando dichas villas tenían algún asunto común que tratar acudían a la de Pedroche y se reunían para ello en la ermita de Nuestra Señora de Piedrasantas. Fue siempre villa de realengo, excepto entre 1660 y 1747 en que fue vendida junto con las otras seis de su mancomunidad a los marqueses de El Carpio.
Durante la Edad Moderna su término estuvo integrado en el de las Siete Villas. Desde antiguo éstas poseían las dehesas de la Jara, Ruices y Navas del Emperador, cuyo aprovechamiento se hacía de forma comunal. Según Ocaña Torrejón, en el siglo XVII la corona, acuciada por problemas hacendísticos, pretendió reiteradamente despojar de dichos bienes a las villas, que se vieron obligadas a comprarle en dos ocasiones las tres dehesas que desde antiguo les pertenecían y que disfrutaban en común. La primera compra se efectuó en 1629 y la segunda en 1644. Por esta última, la corona reconocía a las Siete Villas la propiedad de las tres dehesas citadas, más el encinar del término de Villaralto y las 46.000 fanegas que componían la dehesa de la Concordia, sita en término de Obejo, todo ello previo pago de 12.000 ducados en doce años. Desde entonces, los pueblos disfrutaron sin molestias de estas propiedades hasta 1836, año en que se decidió disolver la mancomunidad y repartir sus tierras proporcionalmente al número de vecinos de cada una de las villas que la integraban.
Además de estos bienes que poseía en común, en 1752 pertenecían a los bienes de propios de la villa de Pedroche las dehesas boyaleses del Bramadero, Ranchal y el Madroñal, que tenían una extensión de 4.115 fanegas, y parte de la dehesa de Campillo, de 714l, que compartía con los de Torrecampo. Pertenecían también a los propios de Pedroche 17 piezas de tierra que entre todas sumaban 403 fanegas de secano, la casa consistorial, la cárcel, la carnicería, el mesón, el corral concejo y la fragua.
Durante ladead Moderna la economía de Pedroche se cimentó fundamentalmente sobre la agricultura y la ganadería, siendo en 1752 las especies más importantes, en atención a su número de cabezas, la ovina, la de cerda y la vacuna. Durante el siglo XVI tuvo gran importancia en esta villa la industria textil, que era en dicho siglo la ocupación fundamental de sus vecinos. Se confeccionaron paños, frisas, cordellates y otros productos textiles cuya calidad se fundamentaba en las excelencias de la lana con la que se realizaron. Esta actividad floreciente entró en crisis a finales del siglo XVI, y en el XVIII y había perdido el papel preponderante que antaño había ocupado en la economía de la villa.
El surgimiento de Pedroche a la contemporaneidad viene marcado más por la decadencia y la atonía que por las innovaciones y las transformaciones socioeconómicas. Reflejo de tal situación es su evolución demográfica, que hasta el último cuarto del XIX bien puede ser calificada por su estancamiento y aun por la regresión poblacional en determinadas décadas. Acontecimientos de tipo catastrófico como la epidemia del cólera morbo asiático en los años treinta, coadyuvaron a tal estado, si bien el mayor foco comarcal de lamisca estuvo en la vecina Pozoblanco.
Desde el punto de vista económico, el conocido Diccionario de Pascual Madoz sólo atribuye a la población gacheta una industria de tipo agrícola incipiente y varios telares para la confección de lienzos y colchas a mediados del siglo XIX, actividades en extremo minúsculas para aminorar la excesiva dependencia de lo agrario y lo ganadero. Sólo las transformaciones de propiedad de los bienes eclesiásticos, de los de titularidad pública y de los del estamento nobiliario en manos particulares constituyeron un eje dinamizador de los acontecimientos económicos de la villa.
En los años antecedentes a la primera conflagración mundial la lánguida vida de la población se acelera desde el punto de vista social. Así, se erigen organizaciones de carácter reivindicativo como la Sociedad de Obreros, de clara orientación socialista. Unos años más tarde, hacia el 1918,el movimiento social adquiere tonos más vindicativos, y pronto surgirá como efecto de la anterior la alarma en la patronal agraria local.