Los restos de culturas prehistóricas se nos muestra bastante escasos, hoy por hoy, en el término municipal de Torrecampo; no obstante, creemos que esto se debe más aúna falta de investigación que a la inexistencia de vestigios.
Por ahora, contamos con la presencia de un posible sepulcro megalítico perteneciente al periodo Calcolítico, - hace unos 2.5.00. -2000 años a..C -, situado en el camino de Villanueva de Córdoba a Torrecampo, concretamente, hacia la bajada del río Guadamora. Aunque desconocemos su estructura funeraria y los materiales que ha proporcionado, su presencia indica el paso de grupos calcolíticos por este sector.
De la Dehesa Vieja procede una azuela pulimentada que, como en el caso anterior, poco aporta al conocimiento de la Prehistoria en Torrecampo, pero sí sirve para demostrar que esta zona no fue un desierto poblacional durante la etapa más larga de la humanidad.
Finalmente, en el paraje denominado Bocatinajas se encontraron, hace ya bastantes años, treinta hachas planas adjudicadas al Bronce I, que hoy denominamos Calcolítico; seguramente pertenecen a los momentos finales de este periodo.
Al hablar de Torrecampo en la Antigüedad e necesario mencionar al que fue su cronista oficial, Estevan Márquez Triguero, estudioso incansable y autor de obras clave para el conocimiento, no ya de su villa natal, sino de ámbito provincial y extraprovincial, a quien nos remitiremos constantemente y por cuya casa-museo de la antigua Posada del Moro hay que pasar si se quiere conocer la historia de la localidad.
El hito más sobresaliente del término es el castillo de Mogábar, autentica enciclopedia histórica, de ocupación interrumpida desde época calcolítica a la Baja Edad Media. Bajo su órbita de atracción se hala un área de doblamiento en la que debió situarse Torrecampo. De Mogábar procede una lápida funeraria romana y allí se encuentran poblados y necrópolis a las que más adelante haremos referencia.
Por Torrecampo pasaba la calzada romana de Córdoba a Zaragoza, citada en el Itinerario de Antonino, con un grandioso puente sobre el río Guadalmez, junto al molino de las Tres Paradas, destruido a mediados del siglo XVII por una riada. También se encontraron una estela funeraria prerromana y una lápida sepulcral romana.
El término estuvo muy poblado, en consonancia con sus importantes riquezas mineras y ganaderas. Destacan los yacimientos de Las Coronadas, Laguna del Ladrillar, La Jarosa ; La Nava , La Pelicarda y el referido entorno de Mogábar. Minas de cobre importantes son El Porrejón, Mina Huertas, Cruz del Zurriaor; etc.; de plomo, El ladrillar; y de plata, Las Torcas, con poblados y fundición.
Es de resaltar la presencia en el término de la mayor concentración de sarcófagos antropoides de la comarca –hasta 46-, bien tallados en la roca granítica viva o exenta, cuyo núcleo más importante es la zona de Mogábar, aunque también se esparcen por La Nava , Las Valquemadas, La Pelicarda , etc. Estos sepulcros se hallan en relación con cabañas de planta rectangular o circular, con cercas colectivas para ganado y cerámica tosca hecha a mano. También se asocian con explotaciones mineras. De posibles influencias prerromanas y previdencia en épocas posteriores, su cronología está aún por definir a falta de excavaciones sistemáticas.
El doblamiento visigodo debió ser igualmente extenso. De Mina Huertas procede una columnilla parteluz, de laguna mansión o iglesia. En Fuente de los Álamos se encontró una estela visigoda en mármol blanco, con decoración vegetal esquemática y relieve a bisel.
En la Edad Media , según Ramírez y de las Casas-Deza, al actual villa de Torrecampo tuvo su origen en el siglo XIII, como pequeña aldea de Los Pedroches, y fue recolonizada a mediados del siglo XIV por vecinos de Pedroche. Pero en su término existieron otros núcleos de doblamiento durante la época medieval.
Alfonso VIII conquistó hacia el año 1115 una buena parte de los territorios que integraban la Cora musulmana de Fahs al Balluy; algunos años más tarde, el 27 de marzo de 11 68, el mismo monarca hizo donación del castillo de Chillón a al orden de Calatrava y señaló los términos de las tierras que la orden poseía den la zona (1189); entre esos límites se citan el castillo de Mogábar ( Torrecampo), El Guijo, el villar de Santa María, ( ermita de Nuestra Señora de las Cruces) y el castillo de Santa Eufemia.
Morábar parece haber sido una importante población de época musulmana que pudo despoblarse a finales del siglo XII. Sus ruinas son todavía visibles en el término de Torrecampo, emplazadas a 704 metros de altura sobré una elevación que domina de manera espectacular las vías de comunicación entre el Campo de Calatrava-Valle de Alcudia y Los Pedroches, y por donde pasaba uno de los ramales del camino que unía Córdoba y Toledo.
El camino de Córdoba a Toledo en época califal salía de Córdoba en dirección a Alcolea para seguir el curso del Guadalmellato. Es allí donde estaba Armilat, un núcleo de población hoy desaparecidos de cuyo nombre deriva, sin duda, el del río. De allí, siguiendo la dirección sur-norte y pasando por las cercanías de la actual Villanueva de Córdoba, discurría hacia el castillo de Mogábar, y posteriormente al Puerto Mochuelo, camino de Abenójar.
El conjunto de ruinas se compone, según Juan Bernier, de tres núcleos perfectamente diferenciados: un castillo, una villa amurallada y un arrabal al sur de ambos en la ladera de acceso a éstos.
El primero forma un pequeño recinto en la cúspide extrema del oeste de la villa, conservándose de él algunos lienzos de murallas de mampuesto sin cal y las partes bajas d dos grandes torres – una rectangular y otra circular- que constituían las defensas de separación entre el castillo y la villa. Esta ocupaba una extensión aproximada de una hectárea y se encontraba fortificada en todo su perímetro con muralla de mampuesto; aún pueden verse casi a ras de suelo os cimientos correspondientes a lagunas casas de la población. Por último, en la ladera sur de la villa y en plano inferior, pueden apreciarse los vestigios de un arrabal.
Entre los finales del siglo XII y comienzos del XV, ningún núcleo de población es mencionado en esta zona. Es en los primeros años de este último siglo cuando aparecen en ella los de Torrecampo, Pozoblanco; Añora; Dos Torres; y Encinas Enanas – Villanueva de Córdoba-, formando parte de un segundo intento repoblador del territorio y dependiente de la jurisdicción de Pedroche.
Durante los primeros decenios de su existencia, Torrecampo permaneció como aldea de Pedroche. Los primeros datos que poseemos sobre sus intentos de desvincularse del dominio jurisdiccional pedrocheño se remontan a 1468, y efectivamente, parece conseguir la ansiada independencia en los años setenta de ese siglo. La razón para tal proceso de separación quizá haya que buscarla en el crecimiento demográfico mantenido por la aldea durante los años anteriores, pues, según carta enviada por la misma al concejo de Córdoba en 1479, “este pueblo deste lugar es mucho más crecido que fasta aquí era e cada diá cresce”; pero también puede estar detrás de todos ello la actuación de los señores de Santa Eufemia, cuyos intereses en la zona motivaron con frecuencia su intervención para tratar de obtener la independencia de aldeas importantes que pudieran de esa forma ser luego integradas más fácilmente en su señorío.
Desde el punto de vista económico, sus tierras estarían dedicadas a las explotaciones ganaderas y atravesadas por cañadas de ganado mesteñas que proporcionarían a la villa su principal riqueza.
Durante la Edad Moderna Torrecampo formó parte de las Siete Villas de los Pedroches, y como tal fue siempre villa de realengo, a excepción del periodo comprendido entre 1660 y 1747 en el que fue vendida, junto con las otras seis villas de su mancomunidad, por Felipe IV, pasando todas a formar parte del marquesado de El Carpio.
El término de Torrecampo fue común a las Siete Villas y estaba integrado por las dehesas de la Jara , Ruices y Nava del Emperador. Desde 1644 dicho término se vio acrecentado con la dehesa de la Concordia , enclavada en el término de Obejo, y con el encinar de Villaralto. En el Catastro de Ensenada se evalúan estas tierras comunales en unas 100.000 fanegas, de las que 19.800 correspondían a Torrecampo. Los bienes de propios de esta villa los componían las dehesas Nueva y Viejas y la mitad de la dehesa del Campillo –la otra mitad era de Pedroche-, que en total sumaban 3.901 fanegas dedicadas fundamentalmente a pastos y encinar. También integraban sus propios el ayuntamiento, el pósito, dos casas, un pajar, la carnicería, la cárcel y once piezas de tierra de secano que sumaban un total de 216,6 fanegas.
Durante la Edad Moderna la población de Torrecampo, aunque con grandes altibajos, se mantuvo en torno a los 500 vecinos, 491 en 1530 y 512 en 1790.
En el siglo XVI parece ser que las actividades fundamentales de su población eran las relacionadas con la industria textil, fabricándose fundamentalmente paños de alta calidad. Pero esta industria, que empezó a decaer a finales de la mencionada centuria, era ya irrelevante a mediados del siglo XVII cuando, según el Catastro de Ensenada, ya sólo de dedicaban a estos menesteres nueve maestros y dos oficiales de tejedores de paños, y cuatro maestros y un oficial de tejedores de lienzos. Por estas fechas eran ya la agricultura y la ganadería las actividades fundamentales de la villa.
La llegada de la contemporaneidad no supuso para Torrecampo la dinamización de su demografía; antes bien, hasta mediados del siglo XIX se advierte una profunda baja en sus estadísticas poblacionales. La Guerra de la Independencia , las crisis de subsistencias originadas por la pérdida de cosechas y las epidemias debieron tener no poca incidencia en una localidad que ya manifestaba signos evidentes de escasez de recursos e iniciativas económicas.
En efecto, aquí no encontramos las crecientes actividades derivadas de la industria textil –sin importancia, como ya se ha dicho, desde mediados del siglo XVIII- que disminuyan la dependencia de lo agrario como en las próximas Pozoblanco o Villanueva de Córdoba. La mayor parte de los esfuerzos humanos fueron dirigidos, cono en fechas más tempranas, al cultivo cerealista y a la ganadería.
Desde el punto de vista social, Torrecampo se singulariza por ser uno de los escasos núcleos serranos de la provincia cordobesa donde los propagandistas del anarcosindicalismo adquirieron cierto predicamento hacia la segunda década del siglo XX.
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