Hinojosa del Duque, su historia.
De la Prehistoria, son numerosas las noticias que
hacen referencia a hallazgos de materiales prehistóricos localizados en
diversas zonas del término municipal de Hinojosa del Duque.
Los restos más antiguos nos remontan al Paleolítico
Medio, etapa a la que han sido adjudicadas algunas piezas líticas encontradas
en el Cerro del Cohete que, aunque escasas, son significativas en lo que a la
presencia humana se refiere.
Al Epipaleolítico pertenece el rico yacimiento
situado en El Olivar de las Patudas, de donde proceden gran cantidad de útiles
geométricos (trapecios y triángulos), trincaduras, muescas, buriles, etc.,
junto con hojas y lascas retocadas y sin retocar, todo ello elaborado en una
industria de carácter microlítico, es decir, de pequeño tamaño, como suele ser
frecuente en esta etapa de la Prehistoria.
Ya en Calcolítico se adjudican la mayoría de las
hachas pulimentadas que se han encontrado en numerosos sitios del término, y
que demuestra la presencia humana en esta etapa.
En el citado Cerro del Cohete se han encontrado,
además, algunos fragmentos de cerámicas incisas, pintadas y no decoradas,
fabricadas a mano que, culturalmente, pertenecen a la Edad del Bronce en su
fase media y final. De otro lado, cabe destacar la fortificación que presenta
este cerro, que podría pertenecer a la Edad del Bronce Final.
Ya en la Edad Antigua, según Casas-Deza, Hinojosa
está situada en parte de la región que los romanos llamaron Idias. Se ha confirmado
el paso por el término de la calzada de Mérida a Zaragoza, y en la
localidad confluían las vías 11 y 29, por lo que debió ser una población
importante.
Restos de hábitat romano se han localizado en la
ermita de Santo Domingo y se atribuyeron, con escaso fundamento, a la antigua
Solia. De igual modo, aparecieron en la localidad sendas lápidas donde se hace
mención a Baedro, ciudad que los estudios más recientes tienden a situar en El
Viso.
En el siglo III poseían un elevado continente de
población cristiana, y su presbítero, Eutanasia, asistió y firmo las actas del
concilio nacional de Elvira. En el Cerro del Cohete han aparecido lápidas
tardorromanas, mientras que en el Cerro del Molinillo, en la denominada viña de
Teodoro González se encontró una cabeza de caballo fundida en plomo.
Si bien es más que evidente la feracidad de sus
tierras, es claro que en época romana el aprovechamiento minero (estudiado por
Márquez Triguero y el profesor Domerque) fue de la mayor importancia,
explotándose los minerales de cobre y de plomo.
Los yacimientos de cobre son numerosísimos; así, don
Antonio Carbonell los menciona en La Almagrera y en el Pozo de las Nieves. En
El Perú (cortijo), arroyo de Nueva España, se encuentra un pozo hundido, otro
inclinado y un tercero vertical, así como una antigua rafa –excavación
superficial para extraer del mineral las monteras oxidadas y enriquecidas de
plata y oro- en las inmediaciones del camino del Terrible. Fundiciones y
escoriales de cobre aparecen en Fuente de la Zarza, al oeste de la ermita de
Nuestra Señora de la Antigua, y en Cuartanero, junto al arroyo del Lobo.
Los yacimientos de plomo aparecen en los Almadenes,
con importantes labores antiguas que corren de este a oeste del camino viejo de
Córdoba; y en el huerto del Vizcaíno, donde se observa una explotación romana
con litargirios. Escoriales plomizos los vemos en la Sierrezuela, con una
potencia de 50 centímetros, o junto al arroyo de la Zarza, con vestigios de los
hornos.
Lavaderos de mineral se observaron en el pago de San
Nicolás, en el lugar conocido por Baño de la Mora.
De la Edad Media, ninguna fuente de época musulmana,
ni tan siquiera documento alguno del siglo XIII, alude a la existencia una
población importante situada al sur de Belalcázar. La primera mención que poseemos
sobre Hinojosa se remonta a diciembre de 1316, en un documento que califica a
Hinojosa del Pedroche como aldea de Córdoba. Su fundación parece datar, pues,
de los últimos años del siglo XIII o primeros del XIV, y perteneció desde su
orígenes al concejo de Córdoba: aparece como villa de realengo poblada en el
ordenamiento de dehesas dado por Enrique II en 1375 y como “castillo de
Córdoba” en 1386.
Vinculada al termino de Córdoba durante todo el
siglo XIV y primera mitad del XV, en 1444 y por donación de Juan II se integró,
junto con Belalcázar, en el señorío de Gutiérre de Sotomayor, al que
permanecerá adscrita en el curso de los siglos siguientes pese a la oposición
que, al menos durante los primeros años, levantó en Córdoba dicha
señorialización. La ocupación de Hinojosa por parte del maestre don Gutierre
fue muy rápida, pues en 1445 estaba ya organizado en ella la percepción de las
rentas señoriales, y el 20 de julio de ese mismo año obtuvo del monarca la
licencia para celebrar allí un mercado semanal.
En la delimitación jurisdiccional efectuada en 1477,
Hinojosa recibió unos términos amplísimos que, a partir de entonces, disfrutó
de manera mancomunada con los de Belalcázar, sin que en la documentación
aparezca nunca mención diferenciada de los territorios jurisdiccionales de
ambas villas. Además de los términos, Belalcázar e Hinojosa compartieron
durante el siglo XV numerosas tierras y dehesas de aprovechamiento común, y se
puede decir, de manera general, que las ordenanzas condales emitidas para el
gobierno del señorío afectaron tanto a una villa como a otra.
Conocemos muy pocos datos acerca de su población,
aunque sabemos que hacia 1460 suponía el 36% del total de la del señorío,
frente al 18% representado por la de Belalcázar, de forma que durante todo el
siglo XV y parte del XVI fue la villa más poblada del condado y contó con un
número de vecinos superior al de las villas inmediatas; el censo de pecheros de
1530 le atribuye 711, por tan sólo 629 de Belalcázar. Tuvo incluso una pequeña
aljama de judíos que aparece documentada en el año 1420.
Desde el punto de vista económico, Hinojosa fue un
centro de marcada dedicación cerealista: sus vecinos mostraron siempre, a lo
largo del siglo XV, el mayor interés por acceder al cultivo de las tierras
colindantes, y en su término se situaron los suelos más fértiles del señorío.
También la ganadería jugó un importante papel, como evidencia la explotación
compartida con Belalcázar de numerosas dehesas y el nacimiento, y en el siglo
XVI, de una mesta local que abarcaba ambas villas. Incluso debió existir una
amplia superficie boscosa, compuesta por encinares fundamentalmente, según
puede deducirse de las numerosas menciones sobre cacerías de lobos practicadas
en ellas.
Durante toda la Edad Moderna Hinojosa formó parte
del condado de Belalcázar, pasando a denominarse del Duque a partir de 1533,
año en el que don Francisco de Sotomayor, V conde de Belalcázar, contrajo
matrimonio con doña Teresa de Béjar. Esta villa perteneció siempre al obispado
de Córdoba, pero en lo civil dependió de la antigua provincia de Extremadura
hasta 1833 y en lo administrativo hasta 1836.
Hinojosa fue siempre la villa más poblada del
condado de Belalcázar, experimentando un fuerte auge demográfico, no exento de
retrocesos, durante la Edad Moderna, al pasar de los 711 vecinos con que
contaba en 1530 a los 1.408 que llegó a tener en 1790.
La agricultura y la ganadería fueron las bases de su
economía en este periodo de su historia. Según datos del profesor Valle
Buenestado, en 1753 la superficie del término de Hinojosa era de 27.513, 3
hectáreas. La mayoría de ellas, 18.258,5, estaban dedicadas a pastos y dehesas;
6.270,6 a la labor, 263,2 a viñas, 2,8 a olivar, 47,4 eran de regadío y el
resto, 2.670,8, improductivas.
La mayor parte de esta tierra era propiedad del
conde de Belalcázar, que reunía unas 15.500 hectáreas, siendo una de sus
posesiones más valiosas la dehesa de las Alcantarillas, integrada por veinte
quintos. También eran grandes poseedores de tierra la parroquia de San Juan
Bautista, las religiosas del convento de Santa Clara de la Columna, de
Belalcázar, y el hospital de los Ríos, de Córdoba, que tenían grandes
propiedades en las dehesas de Los Hinojosos y El Galapagar.
Los bienes del común y propios de la villa
comprendían la dehesa boyal del Espíritu Santo, de 1.160 hectáreas, y los
quintos de Calzadilla y La Trampa. Los vecinos poseían una escasa porción de
tierra, unas 2.000 hectáreas, en los ruedos del pueblo, aunque también podían
disfrutar, mediante el pago de un canon anual al concejo, de una parte
del término que se hallaba sin adehesar, denominado Los Jarales.
Su organización municipal era análoga a la de
Benalcázar. Los cargos eran nombrados anualmente por el conde entre una terna
que se le proponía, siendo los más importantes los dos alcaldes ordinarios, los
cuatro regidores, el alguacil mayor y el procurador general. Tuvo ordenanzas
municipales muy antiguas, que se modificaron y adaptaron a las nuevas
necesidades del gobierno municipal en 1724, fecha en que fueron aprobadas por
Felipe V.
Uno de los años más calamitosos de la época
contemporánea en la villa de Hinojosa del Duque se desarrolló durante la
ocupación francesa. Precisamente durante 1810 los tributos exigidos por las
tropas ocupantes, alcanzaron cotas exorbitantes. Si a esto unimos los
frecuentes desmanes de los invasores comprenderemos la situación crítica de los
hinojoseños de aquel tiempo. Como oposición a los galos en la comarca sólo
operaban los conocidos escopeteros
o guerrilleros nacionales, algunos de renombre provincial, como los Mayas.
Los ciclos epidémicos del cólera –sobre todo en 1834
y 1855- también afectaron a la villa, si bien de manera menos
catastrófica que a otras localidades de la comarca. Tampoco las huestes
carlistas del caudillo Gómez intentaron entrar en la población, pese a
realizarlo en las vecinas, quizás debido a las oportunas medidas de
autoprotección acordadas por el cabildo municipal. El reconocido sentimiento de
religiosidad con que fueron conocidos los hinojoseños del siglo XIX hacía
valorar estas situaciones como protección divina, y por ello fueron muy
frecuentes las rogativas y procesiones en las que queda mostrada la
participación popular. Tal situación hizo surgir esperanzas de integración
social con la fundación del Círculo Católico de Obreros el primero de mayo de
1877, aunque pronto el movimiento obrero local sería ganado para ideologías más
reivindicativas.
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