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El Viso, pinceladas de su historia

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Baedro?


Restos de culturas prehistóricas se nos muestran en El Viso a escasamente un kilómetro al oeste del pueblo, en un lugar conocido como La longuera. Este importante yacimiento, situado en una zona llana, ha proporcionado gran cantidad de materiales arqueológicos, entre los que  se cuentan fragmentos de cerámicas a la almagra, cazuelas carenadas, platos de borde engrosado, vasijas globulares, plaquetas de arcilla, fragmentos de cerámica campaniforme, etc., materiales que situamos culturalmente desde el Calcolítico Inicial hasta el Final. El grupo humano que se estableció aquí tendría una economía basada en la agricultura y la ganadería, ya que se encuentra rodeado de buenas tierras de labor y de pastoreo.
El Viso ha aportado, además, tres interesantes estelas funerarias pertenecientes a los últimos momentos de la Prehistoria en nuestra región, fechadas entre la mitad del siglo IX y la del VIII a. C. y que corresponden, posiblemente, a una aristocracia de guerreros. En ellas se representan los mismos temas y elementos. En primer lugar, el guerrero –al que pueden acompañar sirvientes o esclavos- con una espada en la cintura y una lanza y un escudo –bien a su derecha, bien a su izquierda-, un espejo y, por último, un carro de dos ruedas tirado por dos caballos. 
De la Edad Antigua, aunque está por demostrar, todos los indicios apuntan a situar la antigua Baedro en El Viso. Tres lápidas encontradas en el pueblo hacen referencias a originarios de la ciudad. Según el profesor Stylow –que fija el término, pero deja incógnita de localización del núcleo urbano-, el ager baedronensis  (equivalente al término municipal) está identificado, pues colindaba por el norte con Miróbriga (alrededores de Capilla); por el sur con Mellaria (alrededores de Fuente Obejuna);y tal vez con Corduba; por el este con Solia (Majadaiglesia, al este de la ermita de Nuestra Señora de las Cruces, a cinco kilómetros al norte de El Guijo); y por el oeste con Iulipa (Zalamea de la Serena). Baedro fue un municipio de derecho latino, creado en época Flavio (69-96 d.C.), y, por tanto, gozaba de privilegios como el de servir en las legiones y llegar alcanzar todos los grados; en cuanto a tributos, pagaba sólo aquéllos que gravaban a los ciudadanos romanos.
Por El Viso pasaba la calzada de Córdoba a Zaragoza, citada en el Itinerario de Antonino.
En La Almagrera se encontró un tesorillo prerromano. Parece ser que estos valiosos tesorillos, con abundancia de objetos de plata, al extenderse la conquista romana fueron escondidos por los indígenas para escapar al saqueo del invasor.
En La Longuera, junto a la loma de la Almagrera, se halla un interesantísimo yacimiento, de raíces campaniformes y perdurabilidad de época romana, que presenta cerámicas republicanas e imperiales.
En setecientas tenemos un hábitat visigodo, con   necrópolis asociada. Los lugares conocidos como Los Santiagos, Los Valverdes y Buciegas son extensos e importantes yacimientos de época romana que perduraron hasta su destrucción en el siglo XVI por el conde de Santa Eufemia.
Salpicadas por el término, con indudable raíz prehistórica y explotación romana, tenemos minas asociadas a los yacimientos mencionados. Así, en Buciegas hubo explotaciones de plomo; en La Longuera se extrajo cobre, hierro y plomo; y en Setecientas hay minas de cobre y de plomo.
Ya en la Edad Media, la aparición de la actual localidad de El Viso parece haber tenido lugar en época bajo medieval, quizá a mediados del siglo XIV. Hasta finales del siglo XV fue conocida por el nombre de Casas de Don Adame –puesto que en documentos de los años ochenta de dicha centuria aparece ya con la actual denominación- y estuvo integrada en el señorío de Santa Eufemia. Sus vecinos, vasallos de este señor, Pedro Carrillo, a fines del XIV, ejercieron una gran presión sobre el territorio comprendido entre el Guadarramilla y la dehesa de Gahete, en torno a Villaralto, presión que fue, denunciada por parte de Pedroche, Torrecampo, Pozoblanco e Hinojosa a lo largo de dicha centuria.
En el sector noroccidental de su término, próximo al río Zújar y al límite con Badajoz, se encuentra ubicado el Castillo de Madroñiz. Instalado sobre una antigua población musulmana, de cuya cerca exterior pueden observarse aún algunos restos, el castillo tiene también origen islámico, pues sería construido, como fortaleza asociada a dicho poblado, durante los siglos XI o XII.
Tras la conquista cristiana pasó por las manos de diferentes señores, incluidos Pay Arias de Castro, señor de Espejo (que lo adquirió en 1310), y Martín Fernández de Córdoba (1364). Debido a lo alejada que la dehesa de Madroñiz quedaba del centro de los dominios familiares de la Casa de Aguilar, Diego Fernández de Córdoba y de la Trinidad acabaría por trocarlo a González Mejía, señor de Santa Eufemia, por tres heredades en la Campiña cordobesa, en 1461. A partir de ese momento, Madroñiz quedó integrado en el señorío de Santa Eufemia y, posteriormente, en el marquesado de La Guardia, practicándose en él diversas obras de restauración que determinaron su actual aspecto. 
Durante la Edad Moderna la villa de El Viso continuó perteneciendo al condado de Santa Eufemia, del que acabó siendo la más poblada, próspera y dinámica.
En este periodo su población experimento un fuerte incremento, pasando de los 180 vecinos que contaba en 1530 a los 377 que tenía en 1787.
Su economía se hallaba algo más diversificada que la de las restantes villas del condado, al no depender tan exclusivamente de la agricultora y la ganadería. De todas formas, las actividades agropecuarias eran las que ocupaban a un mayor número de vecinos, que en 1752  llegaban al 66,2% de la población activa. La otra gran ocupación de los habitantes de El Viso fue la arriería, que empleaba al 16,8% de ellos, pero que devengaba un producto anual de 139.150 reales de vellón, que suponían el 30% del producto total bruto de la villa. El 17% restante de la población activa ejercía oficios burocráticos, liberales o artesanales.
Su término lo componían 2.742 fanegas, que se destinaban casi exclusivamente al cultivo de cereales, excepto 212 que se dedicaban a la vid, 24 al regadío y 143 que eran consideradas yermas.
Los bienes de propios de esta villa estaban constituidos, entre otros, por las dehesas de Valhermoso y Fuentecillas; los quintos de Velasco del Raso y Velasco del Monte; el villar del Cerro de la Horca, y las piezas de tierra del Castillejo, y la Tocona, que rentaban anualmente al concejo 24.000 reales. También pertenecía a los propios, según la concordia de 1631, la cuarta parte de la bellota de Cañadallana, cuyo valor anual era de 3.397 reales.
Los edificios municipales eran nombrados por los condes, que elegían al gobernador de la villa, a dos alcaldes ordinarios, dos regidores, un alguacil mayor y un teniente de gobernador, entre otros, dependiendo todos del alcalde mayor del Condado, que residía en Torrefranca.
En el convento de San Alberto las villas del condado de Santa Eufemia se reunían en cabildo para tratar los asuntos comunes a ellas. 
Ya en la Edad Contemporánea, El Viso con una economía dependiente, por lo común, de las actividades agroganaderas, uno de los acontecimientos más destacados en el siglo XIX fue la progresiva desamortización de las propiedades vinculadas. La importancia que contrajo tal proceso enajenador se manifestó en la adquisición de gr
Restos de culturas prehistóricas se nos muestran en El Viso a escasamente un kilómetro al oeste del pueblo, en un lugar conocido como La longuera. Este importante yacimiento, situado en una zona llana, ha proporcionado gran cantidad de materiales arqueológicos, entre los que  se cuentan fragmentos de cerámicas a la almagra, cazuelas carenadas, platos de borde engrosado, vasijas globulares, plaquetas de arcilla, fragmentos de cerámica campaniforme, etc., materiales que situamos culturalmente desde el Calcolítico Inicial hasta el Final. El grupo humano que se estableció aquí tendría una economía basada en la agricultura y la ganadería, ya que se encuentra rodeado de buenas tierras de labor y de pastoreo.
El Viso ha aportado, además, tres interesantes estelas funerarias pertenecientes a los últimos momentos de la Prehistoria en nuestra región, fechadas entre la mitad del siglo IX y la del VIII a. C. y que corresponden, posiblemente, a una aristocracia de guerreros. En ellas se representan los mismos temas y elementos. En primer lugar, el guerrero –al que pueden acompañar sirvientes o esclavos- con una espada en la cintura y una lanza y un escudo –bien a su derecha, bien a su izquierda-, un espejo y, por último, un carro de dos ruedas tirado por dos caballos. 
De la Edad Antigua, aunque está por demostrar, todos los indicios apuntan a situar la antigua Baedro en El Viso. Tres lápidas encontradas en el pueblo hacen referencias a originarios de la ciudad. Según el profesor Stylow –que fija el término, pero deja incógnita de localización del núcleo urbano-, el ager baedronensis  (equivalente al término municipal) está identificado, pues colindaba por el norte con Miróbriga (alrededores de Capilla); por el sur con Mellaria (alrededores de Fuente Obejuna);y tal vez con Corduba; por el este con Solia (Majadaiglesia, al este de la ermita de Nuestra Señora de las Cruces, a cinco kilómetros al norte de El Guijo); y por el oeste con Iulipa (Zalamea de la Serena). Baedro fue un municipio de derecho latino, creado en época Flavio (69-96 d.C.), y, por tanto, gozaba de privilegios como el de servir en las legiones y llegar alcanzar todos los grados; en cuanto a tributos, pagaba sólo aquéllos que gravaban a los ciudadanos romanos.
Por El Viso pasaba la calzada de Córdoba a Zaragoza, citada en el Itinerario de Antonino.
En La Almagrera se encontró un tesorillo prerromano. Parece ser que estos valiosos tesorillos, con abundancia de objetos de plata, al extenderse la conquista romana fueron escondidos por los indígenas para escapar al saqueo del invasor.
En La Longuera, junto a la loma de la Almagrera, se halla un interesantísimo yacimiento, de raíces campaniformes y perdurabilidad de época romana, que presenta cerámicas republicanas e imperiales.
En setecientas tenemos un hábitat visigodo, con   necrópolis asociada. Los lugares conocidos como Los Santiagos, Los Valverdes y Buciegas son extensos e importantes yacimientos de época romana que perduraron hasta su destrucción en el siglo XVI por el conde de Santa Eufemia.
Salpicadas por el término, con indudable raíz prehistórica y explotación romana, tenemos minas asociadas a los yacimientos mencionados. Así, en Buciegas hubo explotaciones de plomo; en La Longuera se extrajo cobre, hierro y plomo; y en Setecientas hay minas de cobre y de plomo.
Ya en la Edad Media, la aparición de la actual localidad de El Viso parece haber tenido lugar en época bajo medieval, quizá a mediados del siglo XIV. Hasta finales del siglo XV fue conocida por el nombre de Casas de Don Adame –puesto que en documentos de los años ochenta de dicha centuria aparece ya con la actual denominación- y estuvo integrada en el señorío de Santa Eufemia. Sus vecinos, vasallos de este señor, Pedro Carrillo, a fines del XIV, ejercieron una gran presión sobre el territorio comprendido entre el Guadarramilla y la dehesa de Gahete, en torno a Villaralto, presión que fue, denunciada por parte de Pedroche, Torrecampo, Pozoblanco e Hinojosa a lo largo de dicha centuria.
En el sector noroccidental de su término, próximo al río Zújar y al límite con Badajoz, se encuentra ubicado el Castillo de Madroñiz. Instalado sobre una antigua población musulmana, de cuya cerca exterior pueden observarse aún algunos restos, el castillo tiene también origen islámico, pues sería construido, como fortaleza asociada a dicho poblado, durante los siglos XI o XII.
Tras la conquista cristiana pasó por las manos de diferentes señores, incluidos Pay Arias de Castro, señor de Espejo (que lo adquirió en 1310), y Martín Fernández de Córdoba (1364). Debido a lo alejada que la dehesa de Madroñiz quedaba del centro de los dominios familiares de la Casa de Aguilar, Diego Fernández de Córdoba y de la Trinidad acabaría por trocarlo a González Mejía, señor de Santa Eufemia, por tres heredades en la Campiña cordobesa, en 1461. A partir de ese momento, Madroñiz quedó integrado en el señorío de Santa Eufemia y, posteriormente, en el marquesado de La Guardia, practicándose en él diversas obras de restauración que determinaron su actual aspecto. 
Durante la Edad Moderna la villa de El Viso continuó perteneciendo al condado de Santa Eufemia, del que acabó siendo la más poblada, próspera y dinámica.
En este periodo su población experimento un fuerte incremento, pasando de los 180 vecinos que contaba en 1530 a los 377 que tenía en 1787.
Su economía se hallaba algo más diversificada que la de las restantes villas del condado, al no depender tan exclusivamente de la agricultora y la ganadería. De todas formas, las actividades agropecuarias eran las que ocupaban a un mayor número de vecinos, que en 1752  llegaban al 66,2% de la población activa. La otra gran ocupación de los habitantes de El Viso fue la arriería, que empleaba al 16,8% de ellos, pero que devengaba un producto anual de 139.150 reales de vellón, que suponían el 30% del producto total bruto de la villa. El 17% restante de la población activa ejercía oficios burocráticos, liberales o artesanales.
Su término lo componían 2.742 fanegas, que se destinaban casi exclusivamente al cultivo de cereales, excepto 212 que se dedicaban a la vid, 24 al regadío y 143 que eran consideradas yermas.
Los bienes de propios de esta villa estaban constituidos, entre otros, por las dehesas de Valhermoso y Fuentecillas; los quintos de Velasco del Raso y Velasco del Monte; el villar del Cerro de la Horca, y las piezas de tierra del Castillejo, y la Tocona, que rentaban anualmente al concejo 24.000 reales. También pertenecía a los propios, según la concordia de 1631, la cuarta parte de la bellota de Cañadallana, cuyo valor anual era de 3.397 reales.
Los edificios municipales eran nombrados por los condes, que elegían al gobernador de la villa, a dos alcaldes ordinarios, dos regidores, un alguacil mayor y un teniente de gobernador, entre otros, dependiendo todos del alcalde mayor del Condado, que residía en Torrefranca.
En el convento de San Alberto las villas del condado de Santa Eufemia se reunían en cabildo para tratar los asuntos comunes a ellas. 
Ya en la Edad Contemporánea, El Viso con una economía dependiente, por lo común, de las actividades agroganaderas, uno de los acontecimientos más destacados en el siglo XIX fue la progresiva desamortización de las propiedades vinculadas. La importancia que contrajo tal proceso enajenador se manifestó en la adquisición de gran número de fincas mediante la constitución de sociedades de compradores. En concreto, las dehesas de Velasco y Valbuena fueron divididas en acciones proporcionales para fomentar tales procedimientos societarios.
Tras Hinojosa, la villa viseña fue la más afectada de toda la provincia cordobesa por la invasión epidémica del cólera morbo surgida en el año 1855, pues de las 1.800 personas que resultaron contagiadas fallecieron 320 en los tres meses que duró el brote epidémico. Proporcionalmente, lo gastado en atemperar los efectos de la invasión fue inferior a lo invertido en otras poblaciones, lo que evidencia el deficiente equipamiento asistencial y sanitario de la población a la altura del Ochocientos.
El movimiento obrero local estuvo controlado generalmente por el socialismo, mientras que las organizaciones confesionales del tipo del Círculo Católico de Obreros – tardíamente creado, en 1905- nunca supieron atraer mayoritariamente a sus filas a los campesinos y jornaleros viseños.

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